Hollande dijo estar "personalmente concernido" por el revés electoral del domingo y pidió a Valls formar un equipo compacto para "enderezar" un país golpeado por la crisis económica, en un mensaje televisado a la nación. "He confiado a Manuel Valls la misión de dirigir el gobierno de Francia" con un equipo "compacto, coherente y unido".
"He oído su mensaje. Es claro", agregó, al asumir la derrota electoral de la víspera, que ha dado alas a la oposición de derecha y a la ultraderecha. "Los cambios son insuficientes y hay, por lo tanto, demasiada lentitud. No hay empleos suficientes y hay, por lo tanto, demasiada desocupación. La justicia social es insuficiente y hay demasiados impuestos", asumió el mandatario, que bate récords de impopularidad.
El "primer policía de Francia"
Valls, en cambio, es una de las pocas figuras del Partido Socialista que se mantiene en lo alto de los sondeos, aunque sus posturas de firmeza contra la delincuencia le han valido críticas dentro de la izquierda.
El nuevo primer ministro nació en Barcelona, el 13 de agosto de 1962, en una familia de artistas (su padre, Xavier Valls, era un reconocido pintor catalán) y se naturalizó francés tan solo a los 20 años, después de la elección del presidente socialista François Mitterrand (1981-95).
Valls, que
se define como un "socio-liberal a la francesa" y partidario de la
"tercera vía" del ex primer ministro británico Tony Blair, toma las
riendas del Ejecutivo francés en sustitución de Jean-Marc Ayrault. Ideológicamente
alejados, pese a formar parte del mismo partido,
el flamante premier y Hollande aproximaron sus posturas en la campaña para los
comicios presidenciales de 2012.
Su
conocimiento de los barrios más sensibles y su gestión de la seguridad en Evry,
a las afueras de París, le otorgaban méritos para hacerse cargo del Ministerio
del Interior, puesto en el que ha logrado convertirse en el político mejor
valorado de un gobierno impopular.
En ese
gabinete, ha encarnado los valores más conservadores del PS, centrándose en la
lucha contra la criminalidad con la creación de zonas de seguridad especiales
en barrios sensibles y multiplicando sus apariciones ante los medios de
comunicación.
En
2007, incluso estuvo a punto de entrar
en el primer gobierno del conservador Nicolas Sarkozy, quien estaba deseoso
de integrar a políticos de izquierda en su proyecto de "apertura",
pero prefirió plegarse a la disciplina del partido, aunque no abandonó la línea
crítica hacia la dirección del PS francés.
El
diputado se apoyó en su creciente popularidad, dentro de su circunscripción y
de su ciudad, para lograr notoriedad en el ámbito nacional. Un ejemplo de su protagonismo en la actualidad
política es la
guerra que emprendió contra el polémico
cómico Dieudonné y sus reiteradas bromas contra la comunidad judía.
Valls salió victorioso de esa batalla y
Dieudonné, discreto en los últimos meses, intenta saldar ahora sus cuentas
pendientes con el fisco por las diversas condenas en su contra por
declaraciones antisemitas.
La
designación al frente de Interior lo colocó como una de las figuras más
visibles del equipo de Hollande, oportunidad que no ha desaprovechado y que lo
ha convertido en el perfecto sustituto del primer ministro.
Pero
su gestión como "primer policía de Francia" ha exasperado a los
ecologistas, que forman coalición con los socialistas y que amenazaban con
abandonar el Ejecutivo si él asumía el
mando del Gobierno.
Su
entrada en el partido, cuando era estudiante de historia, se debió a su
afinidad con la línea centrista defendida por Michel Rocard, que contrastaba con
el izquierdismo de Mitterrand. Rocard lo nombró ministro de Relaciones
con el Parlamento en 1988, con tan sólo 26 años.
Volvió al
Gobierno en 1997 de la mano del entonces primer ministro Lionel Jospin, que lo
eligió consejero para la Comunicación y la Prensa.
Tras
fracasar en un primer intento por convertirse en diputado en 1997, fue elegido
alcalde de Evry en 2001 y logró entrar en la Asamblea Nacional al año siguiente.
Su popularidad local no dejó de crecer, a la par
que su dimensión nacional.
Revés electoral
Los resultados provisionales de los comicios mostraban que el partido de Marine Le Pen -que se opone a la Unión Europea, es favorable al proteccionismo y contrario a la inmigración- se encamina a asegurar el poder en once alcaldías de Francia, superando con facilidad su récord anterior de la década de 1990, cuando gobernó en cuatro ciudades.
Al menos otras 140 ciudades han cambiado de manos, de la izquierda al principal partido conservador, en un castigo de los votantes a Hollande por su fracaso a la hora de reactivar a la segunda mayor economía de la Eurozona y, sobre todo, de hacer bajar una tasa de desempleo que se mantiene firme en el 10 por ciento.
Los socialistas, con sus aliados ecologistas y comunistas, lograron conquistar cuatro ciudades (Aviñón es la más significativa, porque tras la primera vuelta corría el riesgo de caer en manos del Frente Nacional, FN) y, sobre todo, mantienen el control de la gestión municipal en París, pero también en otras cuatro grandes urbes del país: Lyon, Estrasburgo, Nantes y Lille.
El ultraderechista FN debería gobernar en 14 ciudades, entre las que destacan por su entidad Béziers (de unos 70.000 habitantes, al sur), donde será alcalde el fundador de Reporteros sin Fronteras Robert Ménard, y el séptimo distrito de Marsella, habitado por 150.000 habitantes.