Venezuela y Cuba a través de los años: de la niñera de Bolívar a la petrodiplomacia

Durante las recientes protestas contra Maduro, los manifestantes pidieron el fin de la injerencia de los hermanos Castro en el gobierno venezolano. Infobae repasa su historia conjunta y analiza las razones del acercamiento. Petróleo, espías y mística libertadora

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En un artículo publicado esta semana en el diario El País, el reconocido intelectual mexicano Enrique Krauze planteaba el siguiente argumento para explicar el considerable apoyo que la represión desatada por el presidente venezolano Nicolás Maduro contra estudiantes de su país obtuvo en el ámbito latinoamericano: se trataba de un respaldo derivado del "prestigio menguado pero todavía vivo" de la Revolución Cubana, una consecuencia de la simpatía que todavía despierta aquella gesta emancipadora de Fidel en buena parte de los habitantes de la región.


Este razonamiento, parcial porque no toma en consideración el arrastre del extinto Hugo Chávez pero innegable, refuerza una teoría que comenzara a circular inmediatamente después de que el líder de la Revolución Cubana y el líder de la Revolución Bolivariana estrecharan formalmente sus vínculos en el año 2000 con la firma del llamado "Convenio Integral de la Cooperación". Dicha hipótesis conjeturaba que el verdadero trueque entre ambos países no era petróleo por médicos, o siquiera petróleo por médicos y agentes espías, sino petróleo por mística.


De esta manera, y gracias a una transferencia que ya costó miles de millones al erario público venezolano, el régimen chavista continúa siendo libre de adoptar la misma retórica conspirativa, antiimperialista y libertadora con la que Fidel pudo capear "período especial" tras "período especial" mientras en la práctica persigue y encarcela opositores, hace desaparecer a medios de comunicación independientes y arruina la economía. La comida podrá escasear, el dinero perder valor cada día que pasa y la libertad de expresión ser un recuerdo del pasado, ¿pero qué son esas cosas sino lujos burgueses en medio de un proceso histórico? Luego de 14 años de petrodiplomacia, quedó claro que el elemento "petro" (Venezuela envía 100 mil barriles diarios a Cuba, a precios preferenciales y el 50% se paga a 25 años) no era más importante en el trato que el componente de "diplomacia" (etimológicamente, objeto doblado en dos, como la épica cubana a la que recurre el régimen venezolano).


Pese a que estas semanas los militantes de Maduro dedicaron un rosario de burlas a los dirigentes opositores y ciudadanos que salieron a la calle a pedir el fin de la injerencia de los Castro en los asuntos de su país -tanto por un acto de defensa de la soberanía como en rechazo al a todas luces fracasado modelo económico cubano que instaló el chavismo-, han sido los propios protagonistas de este proyecto binacional que han explicitado su existencia.


En 2005, el por entonces vicepresidente cubano Carlos Lage dijo que el país tenía "dos presidentes, Fidel y Chávez", mientras que el propio caudillo bolivariano había declarado que Cuba y Venezuela eran "en el fondo, un solo gobierno". Esta mímesis se hace evidente a cualquiera que visite La Habana, donde no es inusual ver cuadros y fotografías de Chávez en oficinas estatales y edificios culturales junto a los retratos de héroes nacionales como Fidel, el "Che" Guevara y Camilo Cienfuegos. Por su parte, la transmisión de los discursos de Maduro es tan frecuente en la televisión cubana como la de los partidos de béisbol y la ultrachavista Telesur, a diferencia de las demás señales informativas, está ubicada en los primeros lugares de la grilla del cable, ocupando una posición privilegiada entre los canales más vistos.


Rodrigo Duarte
Rodrigo Duarte

Esta virtual confederación -bautizada por detractores en ambos países como "Cubazuela" o "Venecuba"- contiene un llamativo dato: Maduro estudió entre los años 1986 y 1987 en una escuela de formación política en La Habana, la Ñico López, un centro de educación para cuadros de la izquierda revolucionaria con estrechos vínculos con el gobernante Partido Comunista, y de donde han salido muchos de los principales dirigentes castristas de las últimas décadas.


En un artículo titulado "Nuestro hombre en Caracas", en referencia a la conocida novela de Graham Greene sobre espionaje y agentes dobles durante la Guerra Fría, el periodista cubano (exiliado) Carlos Alberto Montaner escribió que Maduro podría ser "mucho más que un simpatizante de la Revolución Cubana o un trasnochado marxista radical, platónicamente enamorado del comunismo", y lisa y llanamente "un viejo colaborador de la inteligencia cubana". Su inesperada designación como sucesor de un convaleciente Chávez en La Habana sobre su delfín natural, Diosdado Cabello, levantan sospechas.


Sin embargo, antes de convertirse en aliados principales en su lucha contra el capitalismo moderno, los caminos de ambas naciones estuvieron estrechamente ligados, inclusive desde sus inicios. Es sabido que la mujer encargada de amamantar al niño Simón Bolivar, futuro libertador de Venezuela y América Latina, fue una matrona cubana llamada Inés Mancebo, quien debió convertirse en la "nana de leche" del pequeño debido a que su madre estaba demasiado frágil de salud para alimentarlo.


En tanto, el político y escritor José Martí, prohombre máximo cubano, vivió durante un tiempo en Caracas y fue allí donde escribió los míticos versos "De América soy hijo y a ella me debo", verdadero grito de batalla de las revoluciones venideras en el continente -también título de uno de los documentales definitivos sobre Fidel Castro, realizado por el cineasta Santiago Álvarez.


Esta hermandad se hizo manifiesta cuando, luego de que Fidel entrara en La Habana y derrocase a la dictadura de Batista, Venezuela fuera uno de los primeros países que reconociera al nuevo gobierno de Cuba. A la manera de retribución, el revolucionario hizo su primer viaje como primer ministro cubano a Caracas apenas unos días después de su llegada al poder, para las celebraciones nacionales del 23 de enero.


La concordia entre los países terminará bruscamente en 1967 luego del episodio conocido como la "Invasión de Machurucuto", en el que una docena de comandos guerrilleros entrenados en Cuba ingresaran en territorio venezolano con la intención de deponer al presidente Raúl Loeni e instalar un gobierno revolucionario. La fallida intervención terminó con el rompimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países, que serían reanudadas recién en 1974.


En la actualidad, el vínculo entre ambos países no podría ser más diferente que el sostenido durante ese período de enfrentamiento de finales de los 60. Cuba necesita de Venezuela para sobrevivir (el 20% de su PBI proviene de sus intercambios con Venezuela) mientras que a la Revolución Bolivariana le urge ratificar sus credenciales emancipadoras en medio del descalabro económico absoluto y el extendido descrédito de su régimen unipersonal, tanto dentro como fuera del país.


En un futuro cercano, no habrá ministerio de la Suprema Felicidad (el nombre da escalofríos), adelantamiento de carnavales o discurso por cadena invocando a Chávez que pueda salvar de la caída a Maduro, cuya suerte está indudablemente atada a lo que suceda en las mentes, corazones y bolsillos del cansado pueblo venezolano. Ya lo dijo José Martí, poeta favorito de tanto revolucionario latinoamericano: "Se trabaja para verdades, no para sueños".


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