Yulia Timoshenko, la "Juana de Arco" que quiere reconquistar Ucrania

Es admiradora de Eva Perón y fue una de las empresarias más ricas cuando lideró la "revolución naranja". Fue Premier en dos ocasiones y la encarcelaron. Pero ahora salió en libertad y podría recuperar el poder

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Yulia Timoshenko es una de las máximas protagonistas de la escena pública ucraniana de las últimas dos décadas. Primero como empresaria, luego como líder revolucionaria, después como Primera Ministro y finalmente como referente opositora y presa política.

Tras la caída de la Unión Soviética en 1991, la ingeniera de 50 años, nacida en Dnipropetrovsk en 1960, se convirtió en una rica "princesa del gas".

En 1999 el por entonces presidente Leonid Kuchma la nombró viceministra de combustibles en el ministerio de Energía, rama a la que ha estado ligada toda su vida profesional.

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Pero dos años más tarde fue juzgada por contrabando y falsificación de documentos. Después de 42 días salió de prisión provisional sin cargos.

Entonces se propuso llegar a la cima del poder en Ucrania. Su objetivo era la entrada rápida de la ex república soviética en la Unión Europea.

En esos años empezó a hacerse famosa por su apariencia. De tener el pelo corto y negro pasó a ser identificada con una trenza rubia enroscada a modo de diadema, que imita la forma de una espiga de trigo.

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Se decía que su peinado era un homenaje al tradicional peinado de las campesinas ucranianas de mediados del siglo pasado. Al tiempo que era identificada por la trenza, algunos de sus adversarios dudaron de su autenticidad. Timoshenko no vaciló al respecto, y en una ocasión, durante una conferencia de prensa, se deshizo la trenza y a continuación se soltó el pelo. Por último lo peinó, para demostrar a todos que ella no llevaba ninguna peluca.

Pero hay otra causa de su particular peinado, su admiración por Eva Perón. Ella se ha identificado con Evita, la esposa del ex presidente argentino Juan Domingo Perón, desde que vio en 1996 la película sobre su vida, según contó en su momento el diario The New Republic.

"Es la reencarnación de Eva Perón", llegó a decir Dmitry Vydrin, un asesor cercano. "Ella lo cree y lo admite en su círculo íntimo", agregó.

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Esa poderosa imagen le permitió liderar en 2004 la llamada "Revolución Naranja", siendo entonces identificada en los medios como "Juana de Arco". Se trató de una campaña de protestas que sacudieron al país en rechazo del resultado de las elecciones presidenciales de 2004, en las que hubo fuertes denuncias de fraude a favor del candidato oficialista, Víktor Yanukóvich.


Las movilizaciones permitieron que las elecciones se vuelvan a realizar y que se imponga el candidato opositor, Víktor Yúshchenko, que contó con el apoyo de Timoshenko. Al asumir el nuevo Gobierno, fue designada primera ministro.


En 2005 debió abandonar el cargo porque era resistida por un sector de la coalición oficialista, pero en 2007 su partido ganó las elecciones parlamentarias y volvió a ocuparlo. Permaneció allí hasta 2010, cuando finalizó el mandato presidencial de Yúshchenko.

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Como candidata natural a sucederlo, se presentó a las elecciones, pero fue derrotada por su mayor enemigo, Yanukóvich, que volvió a poner al Partido de las Regiones, pro ruso y anti europeo, al frente del país. El nuevo mandatario le pidió la renuncia ni bien asumió. Tras su negativa, fue destituida por una moción de censura impulsada en el Congreso.

Consciente de la amenaza que suponía tener a Timoshenko en la oposición, Yanukóvich propició una investigación judicial que terminó llevándola a la cárcel en 2011.

El juez la condenó a siete años de prisión al encontrarla culpable de impulsar un acuerdo gasístico con Rusia en 2009 que supuso para la empresa estatal Naftogaz una pérdida de 1.500 millones de grivnas, unos 187 millones de dólares al actual tipo de cambio. Su vivienda fue confiscada para pagar las pérdidas.

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Además, fue inhabilitada por tres años para ocupar cargos públicos. Así, el Gobierno consiguió lo que más ansiaba: dejarla afuera de las elecciones parlamentarias de 2011.

Timoshenko acusó a la justicia de "arrebatarle la libertad a Ucrania". Y añadió: "La condena no me detendrá. ¡Viva Ucrania!".

Lo cierto es que su poder de comunicación le permitió, incluso desde la cárcel, seguir siendo la principal referencia opositora. Por eso, cuando las masivas protestas que comenzaron hace tres meses por la negativa de la administración de Yanukovich a firmar un acuerdo con la UE, volvió al centro de la escena.

Con las fuerzas del presidente virtualmente derrotadas luego de la infructuosa aunque sangrienta represión, el parlamento votó ponerla en libertad, luego de que su partido recobrara el control y ubicara a Olexander Turchinov, su mano derecha, como jefe parlamentario.

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