Cuando le allanaron su departamento en Puerto Madero en 2012 el vicepresidente Amado Boudou respondió políticamente con una exposición en el Senado. Se sentó frente a las cámaras y los micrófonos y denunció una conspiración en su contra. En ese acto comenzó a echar al juez, el fiscal y el jefe de los fiscales relacionados con el Caso Ciccone. El Procurador General Esteban Righi fue invitado a renunciar. El juez Daniel Rafecas y el fiscal Carlos Rívolo fueron eyectados de la investigación donde Boudou está aún imputado por negociaciones incompatibles con la función pública debido a su intervención en la compra de la empresa Ciccone Calcográfica por parte de un fondo de inversión vinculado con su entorno de negocios.
Fue aquel de Semana Santa de 2012 un gesto de poder. De fortaleza del propio Boudou y de respaldo de la presidente Cristina Kirchner.
La visita de ayer a Tribunales fue otro gesto político de Boudou. Mucho menos grandilocuente que el de 2012. Y sin aparentes consecuencias, ni daños colaterales. Por lo menos por ahora. Esta vez su aparición pública fue en respuesta al pedido de indagatoria que firmó el jueves el fiscal Jorge Di Lello. Un hecho judicial más grave que un allanamiento en un departamento deshabitado.
Pasadas las 11 de ayer el auto de Boudou paró frente a la puerta de los Tribunales de Comodoro Py, donde, entre otros, se investigan los casos de corrupción cometidos por funcionarios públicos. El vicepresidente se bajó, sonrió, saludó a los fotógrafos que lo esperaban y subió las escaleras. Tomó uno de los ascensores comunes y subió hasta el tercer piso. Discretamente sus custodios de civil y algunos policías federales de uniforme vigilaban el lugar. Intentaron al principio desalojar a los periodistas. Pero la intención de Boudou era ser visto. Poner la cara, como dicen el barrio. Y así fue. Junto a sus abogados Diego Pirota y Eduardo Durañona se presentó en la ventanilla de la mesa de entrada del juzgado de Ariel Lijo. Esperó unos instantes hasta que el secretario Javier Arzubi Calvo le abrió la puerta. Ingresó y luego, por el pasillo fue hasta el despacho del juez.
El vicepresidente se sentó frente al juez, que tomaba mate. Lijo se había enterado de que iba a ser visitado por Boudou a través de los medios de comunicación. Fue, según pudo reconstruir Infobae, una conversación formal. Allí quedó claro que la espontánea llegada del vice no fue una presión hacia la Justicia y que será Lijo quien, como hasta ahora, maneje los tiempos del expediente. El propio Boudou, antes de salir de Tribunales hizo referencia a esas dos situaciones. El diálogo fue de unos pocos minutos. Boudou se puso a disposición de la Justicia y no fue interrogado. El acto formal se cerró cuando Lijo labró un acta que se podría describir como el escalón previo a la indagatoria. En el acta, según fuentes judiciales, se le incluyeron todos los requerimientos de los fiscales Rívolo y De Lello donde se describe el hecho investigado. Y se dejó constancia de la presentación que hizo Boudou. Hubo un intercambio de saludos. Y algunas ironías.
Boudou salió sonriente por el pasillo. Se dirigió a la planta baja y allí dio una explicación de unos minutos. Cuando se iba, acompañado por una maroma de periodistas, un cronista de cayó y el vice, se empapó bajo la lluvia para ayudarla. Hasta que no llegó el médico de Tribunales a asistir a la caída, Boudou no se movió de su lado. Luego abandonó el edificio. Fue vertiginoso el paso del vicepresidente por Tribunales.
En el juzgado de Lijo habían quedados dos escritos, una carpeta con documentación y el contrato de alquiler del departamento de Puerto Madero propiedad del vice, donde vivía Alejandro Vandenbroele, el hombre que dirigió Ciccone. Y a quien Boudou dice no conocer. En un escrito criticó el pedido de indagatoria del fiscal Di Lello y deslindó responsabilidades por lo actuado en el Caso Ciccone a Ricardo Echegaray el director de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP). En el otro escrito desmintió que se hubiera reunido con integrantes del Clan Ciccone para acordar la compra de la empresa, como lo declararon ante Lijo Nicolás Ciccone y su yerno Guillermo Reinwick.
Se proclamó inocente. Asegura no tener vinculación alguna con el hecho de que a Ciccone, que iba a recibir contratos de la Casa de Moneda, que dependía del ministerio de Economía, haya llegado en 2010 un grupo de gente vinculada a su entorno de negocios.
Si bien fue extremadamente amable con los cronistas que ayer lo esperaban en Tribunales, criticó a los medios. Ante el juez Lijo y en uno de sus escritos señaló que todo lo que ha sucedido respecto del Caso Ciccone "ha sido el fruto de la intolerancia institucional y antidemocrática, reflejada en los cientos de titulares que desde hace ya dos años han ido vertiéndose en contra de mi persona, y de la honorable investidura con que he sido ungido por el pueblo argentino; regando a la sociedad de informaciones falsas, tendenciosas y repetidas hasta el cansancio, dirigidas sólo a producir un desgaste en la imagen pública del suscripto. Sr. Juez, estimo que quienes desempeñamos cargos públicos debemos dar las explicaciones que resulten necesarias o útiles para aclarar todo aquello que contribuya con la justicia. Y es por ello que vengo a presentarme y formular las manifestaciones que han sido desarrolladas a lo largo de este libelo".
En el mismo escrito, dijo que se presentaba con humildad y como un ciudadano sin privilegios. Y además pidió su sobreseimiento.