El oro concluyó el 2013 con
su peor caída en 32 años, con un descenso del 28% anual,
a u$s1.202,60 la onza.
A su vez, marca una caída del 60% desde su tope histórico el 6 de septiembre
de 2011, cuando alcanzó los 1.923 dólares.
El abrupto descenso se produjo por las perspectivas de una
recuperación económica global que llevaron a inversores a optar por
activos más riesgosos, en el primer ejercicio de pérdidas anuales en el metal desde 2000.
Tras una tendencia alcista de doce años, el oro perdió casi 30%
en el 2013, en momentos en que la Reserva Federal de Estados
Unidos comenzó a recortar sus estímulos lentamente.
Años de políticas monetarias expansivas para apuntalar la
economía habían impulsado el precio del oro a máximos históricos
de u$s1.920,30 la onza en septiembre de 2011.