La Procuraduría General de Colombia destituyó el pasado 9 de diciembre a Gustavo Petro, alcalde de Bogotá, capital y ciudad más poblada del país.
¿La causa? Haber impulsado un polémico plan para que el Estado se hiciera cargo de la recolección, transporte y disposición final de los residuos sin tener la infraestructura y la capacidad necesarias. Como consecuencia de un gran número de irregularidades, gran parte de Bogotá terminó 2012 completamente cubierta de basura.
Más allá del trasfondo político que pueda haber tenido, la decisión de destituir a Petro es una señal de alerta para los gobernantes de la región. Presos del corto plazo, la mayoría sólo se preocupa porque la crisis de la basura no estalle durante su mandato. Lejos de implementar políticas que hagan posible un tratamiento sustentable de los residuos, sólo buscan algún nuevo rincón para enterrar los excedentes una vez que se agota la capacidad de los rellenos sanitarios.
Bogotá, un caso testigo
"En Colombia no se hace clasificación de residuos en la fuente. Esto ha traído graves consecuencias, porque hacer la separación y el aprovechamiento de lo que puede ser reciclado después requiere más gestión y dinero. En Bogotá, se producen entre 7.500 y 8.000 toneladas de residuos sólidos al día", explica Gabriela Arrieta Loyo, especialista en gestión de residuos sólidos urbanos de la Universidad Central de Bogotá, en diálogo con Infobae.
Esta situación está lejos de ser excepcional en la región. El crecimiento de la población en las grandes ciudades, que en las últimas décadas vino acompañado de un aumento sostenido del consumo, provocó un incremento exponencial de la cantidad de basura producida.
Pero como ese proceso de expansión no fue compensado por mayores inversiones en infraestructura y planificación para resolver qué hacer con la basura, los depósitos de las principales ciudades latinoamericanas están al borde del colapso, sin que se vislumbre una alternativa.
"Hay un problema grave que es que los residuos de Bogotá son en su mayoría llevados al Relleno Sanitario Doña Juana, que comenzó a funcionar en los 80 como botadero a cielo abierto, sin ninguna condición de seguridad ni control. Para poner un freno a las explosiones por acumulación de gases y a la contaminación de las napas subterráneas, a fines de los 90 se lo quiso convertir en un relleno sanitario", dice Arrieta.
Doña Juana, que al haber sido construido sobre un basural nunca llegó a cumplir con todas las normas de cuidado ambiental necesarias, está hoy a dos años de terminar su vida útil. La solución que se encontró fue construir en 2011 otro relleno sanitario más pequeño, con una vida útil de 15 años.
Pero hallar otro sitio para enterrar la basura sólo sirve para el corto plazo, porque el crecimiento de las metrópolis hace que tarde o temprano ya no quede lugar. Mientras no se logre reducir la generación de residuos y la cantidad que se destina a disposición final en vez de reciclarse, se trata de una bomba de tiempo.
Una realidad común en América Latina
"La mitad de los residuos de América Latina y el Caribe se dispone en rellenos sanitarios. El resto se reparte principalmente entre basurales a cielo abierto, donde es frecuente la quema de residuos, y vertederos controlados, categoría intermedia", dice Mirko Moskat, coordinador del área residuos de la organización Taller Ecologista, en diálogo con Infobae.
El especialista de la ONG con sede en Rosario, en la Argentina, cuenta que el reciclaje es muy bajo en todas las ciudades. Lo poco que se recicla se debe al trabajo informal de personas que viven de eso.
"De acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo, en la región no se recicla más del 2% del total de residuos. Algunos países que superan esa cifra tienen experiencias interesantes. Por ejemplo, en Chile se está tratando de hacer una gestión integral de los residuos, a partir del reciclaje y la reutilización", explica a Infobae Estefani Rondón, consultora de Cepal en gestión de residuos.
A pesar de que más del 70% de la basura es recuperable, ya sea para su reciclaje o para su conversión en abono y energía, las políticas gubernamentales son, en el mejor de los casos, débiles e inconsistentes.
"El caso de México DF es interesante. Hace 25 años desarrolló un esquema de manejo de residuos que reemplazó a los viejos basurales. Se modernizó la recolección y se establecieron tres grandes plantas de separación y un sitio de disposición final", dice Alfonso Chávez Vasavilbaso, ingeniero Civil por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), especialista en tratamiento de residuos, en diálogo con Infobae.
El problema es que no se avanzó en paralelo en planes para hacer sustentable la generación de basura. Entonces, cuando se agotó ese modelo, la ciudad tuvo que salir a buscar nuevas soluciones de manera desesperada.
Reciclaje y aprovechamiento de la basura
"La disposición final tiene que ser el último paso. Las soluciones tienen que apuntar a los otros puntos del proceso. Lo primero es fortalecer la cultura y la educación de la población en cuanto a la generación de residuos, que en Bogotá es de un kilo diario por persona, y que depende de los hábitos de consumo", explica Arrieta.
Al mismo tiempo, los expertos coinciden en que es necesario que aprendan a separar los deshechos reciclables de los no reciclables. "Deberíamos exigirlo con impuestos o con premios", dice Arrieta.
En tercer lugar es fundamental avanzar en el reciclaje. No sólo se puede reutilizar el papel y el plástico, también los residuos orgánicos se pueden transformar en abono. Además, la parte de la basura que necesariamente termina en los rellenos sanitarios emite gases que también pueden ser utilizados.
"En cuarto lugar -continúa la especialista colombiana-, hay que crear más centros de acopio de residuos reciclados y capacitar a los operarios. También es necesario impulsar la creación de microempresas que se dediquen al reciclaje".
"Si se fortalecieran estos puntos se podría reducir un 40% o un 50% la cantidad de residuos. Entonces la búsqueda de nuevos destinos para la disposición final sería menor. Y hay que dejar de ver a estos sitios como basureros y desarrollar sistemas tecnológicos que reduzcan al máximo el impacto ambiental", agrega.
Las principales ciudades europeas, expuestas a los mismos problemas con la basura, han avanzo mucho en las últimas décadas para desarrollar modelos sustentables. Un ejemplo de esto son las leyes que obligan a las empresas a asumir responsabilidades por los residuos de sus productos, algo que en la región sólo está legislado en la Argentina, Chile, Perú y Brasil, pero que no siempre se aplica.
En muchos países europeos impera una lógica de "quien contamina, paga". "En América Latina no más del 25% tributa una tasa para la gestión de residuos, mientras que en los países desarrollados paga o es subsidiado casi un 100%", dice el ingeniero Marcel Szanto Narea, profesor de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y miembro del Consejo Nacional de Medio Ambiente de Chile.
Además, existe una cultura del reciclaje y de separación de residuos desde los hogares, y cuentan con una infraestructura mucho más desarrollada.
"Las grandes plantas de separación que hay en Europa cuentan con unidades donde los residuos llegan casi sin participación humana. Allí se los separa, se produce compost y se genera energía eléctrica. Lo que no se puede aprovechar va a rellenos sanitarios. Esto implica inversiones muy importantes", explica Chávez.
Narea cuenta que el caso extremo de aprovechamiento de la basura se da en Suecia, que compra residuos a Noruega como base para sustentar procesos térmicos.
Si bien es indudable que en muchos casos se trata de ciudades con presupuestos más importantes, las grandes capitales latinoamericanas también cuentan con recursos. El gran problema es que semejantes inversiones necesitan políticas de largo aliento, que el gobierno que las inicie no pueda usufructuar.
"Necesitamos tener
, y eso necesita que
, con el cambio de gobierno", concluye Chávez.