El presidente venezolano, Nicolás Maduro, afronta este domingo su primer test electoral en un marco de elevada inflación y una profunda escasez de productos básicos, siete meses después de haber sido elegido por el voto popular tras la muerte de Hugo Chávez.
En esa línea, los centros de votación comienzan a abrir paulatinamente para llevar a cabo las elecciones municipales, en las que se definirán autoridades de 337 alcaldías. Aunque desde algunos centros se han denunciado retrasos por falta de autoridades de mesa.
Si bien en estos comicios no se votará por el próxima presidente, los resultados tendrán un fuerte impacto a nivel nacional. Incluso fueron elevados a la categoría de plebiscito por la oposición.
El sistema de voto es electrónico. Se dispusieron 39.427 máquinas electorales y cada votante tardará casi 3 minutos en promedio para emitir su sufragio, según cálculos del Consejo Nacional Electoral.
Actualmente el chavismo controla más del 80% de los municipios y los escenarios prelectorales le auguraron que mantendrá al menos dos terceras partes, en especial luego de la "guerra económica" que el presidente mantiene con sectores empresariales y la oposición. Como consecuencia de esto, el mandatario fue eje de numerosas críticas al haber ordenado la intervención de comercios para rebajar los precios y, a su vez, por haber encarcelado a sus dueños.
En tanto, la oposición buscará mantener su liderazgo en las ciudades grandes, entre ellas las dos principales aglomeraciones del país, consideradas las "joyas de la corona": el distrito metropolitano de Caracas y la petrolera Maracaibo, que suman un sexto del padrón electoral.
El sábado, Capriles, desde su cuenta de Twitter, insistió en asignar un carácter de bisagra para el futuro venezolano a las municipales y haciendo, el vínculo con la fiesta católica del 8 de diciembre, pidió "que la Inmaculada Concepción nos ilumine mañana y expresemos ese cambio que queremos con nuestro voto".
Por su parte, la jornada electoral comenzó este domingo bien temprano, luego de que cientos de miles de jóvenes se lanzaron a calles y avenidas de todas ciudades y pueblos venezolanos para marchar a sus puestos en las Unidades de Batalla Bolívar Chávez (UBCH), eje de la extensa maquinaria electoral oficialista.
Asimismo, el chavismo buscará garantizarse cinco millones de votos, en un país con 19 millones de habitantes, en donde rige el sufragio optativo y viene de registrar una histórica abstención del 50% en comicios locales.
Para garantizar la seguridad, el gobierno de Venezuela desplegó 120.000 militares como refuerzo de las policías en todo el territorio, donde fueron instaladas casi 40.000 máquinas de votación.
Las medidas de seguridad incluyen ley seca durante tres días y medidas adicionales a la interdicción de portar armas, en un país cuya tasa de homicidios (54 anuales cada 100.000 habitantes) lo coloca como el tercero más violento de América Latina y por encima de naciones en guerra.
Los centros de votación, en tanto, permanecerán abiertos diez horas a partir de las 6, hora local, (10.30 GMT) y el Consejo Nacional Electoral (CNE) anticipa que los primeros resultados.
Un contexto poco satisfactorio
Venezuela llegó a las elecciones con una inflación del 54% anual, presiones irrisorias sobre la cotización del dólar en el ilegal mercado paralelo, donde cotiza nueve veces más que en el controlado mercado oficial, y escasez puntual de productos.
Maduro, en picada en los sondeos hasta octubre, salió al contraataque en noviembre y tras definirse como "presidente justiciero", lanzó una ofensiva que forzó la baja de precios de televisores, zapatos o tornillos, censó comerciantes y amenazó con prisión a díscolos.
De esta manera, Venezuela llega una vez más a las urnas, en unas elecciones que pueden ser cruciales para el futuro del proyecto chavista que, después de una gestión signada por la polémica y algunas medidas insólitas, buscará confirmar la legitimidad de su mandato.