El lunes pasado, partieron desde
el Instituto para las Obras de la Religión (IOR, nombre oficial del banco de la
Santa Sede) 900 cartas solicitando el cierre de otras tantas cuentas a clientes
que se han vuelto indeseables para la institución.
Se trata de colocaciones que no
han superado con éxito los controles que el propio IOR –primero por disposición
del papa emérito Benedicto XVI y luego por su sucesor Francisco- aplica ahora a
rajatabla con miras a transparentar su funcionamiento y restablecer una
reputación mancillada por una serie de escándalos; el último en data, el arresto de monseñor Nunzio Scarano, ex jefe de contabilidad de la Administración
del Patrimonio de la Santa Sede por el intento de repatriar fondos desde Suiza por
un valor de 20 millones de euros, utilizando cuentas del IOR.
Novecientas cuentas es un número elevado, considerando que a fines de 2012, el total de cuentas abiertas en el IOR era de 19.000, y que la tarea de revisión no ha sido completada aún.
Una de las decisiones de la institución
es el cierre de todas las cuentas abiertas por las embajadas de países
acreditados ante la Santa Sede. De un total de 180 sedes diplomáticas, una veintena
tiene cuentas en el IOR. El cierre de estas cuentas se ha decidido tras
verificarse el depósito y posterior retiro de elevadas sumas de dinero por
parte de diplomáticos de Irán, Irak e Indonesia. La cuenta de la embajada siria
ya fue cerrada, por los msmos motivos.
En cuanto a las otras tres mencionadas, el AIF, órgano de control del Banco Vaticano, considera que las explicaciones dadas por los titulares de esas cuentas son demasiado vagas en relación al monto del dinero movilizado –unos 500 mil euros por vez.