La peligrosa y compleja misión de destruir las armas químicas de Siria

La destrucción del arsenal sirio no sólo reviste un gran peligro, sino además podría demorarse más del plazo impuesto por el Consejo de Seguridad, según expertos en la materia

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 AFP 163
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 EFE 163
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Los expertos en armas químicas comenzarán el martes una de las operaciones de desarme más ambiciosas y más peligrosas jamás intentadas, y más aún en medio de la cruenta guerra en Siria.

Se trata de eliminar más de 1.000 toneladas de productos tóxicos (sarín, gas mostaza) almacenados en todo el país. La ONU y la OPAQ (Organización para la prohibición de armas químicas) buscan frenéticamente candidatos dispuestos a arriesgar sus vidas y a trabajar sin descanso para cumplir con los estrictos plazos.

La resolución del Consejo de Seguridad de la ONU adoptada la noche del viernes obliga al régimen de Bashar Al Assad a destruir la totalidad de sus reservas de armas químicas en algunos meses.

Pero los detalles de ese plan elaborado por rusos y estadounidenses para inspeccionar y limpiar 45 sitios de almacenamiento aún quedan por aclarar, según diplomáticos en la ONU.

Este tipo de operaciones ya han sido llevadas a cabo en Irak y Libia pero nunca en plena guerra.

En Siria, el conflicto bélico ha dejado más de 100.000 muertos en 30 meses y los combates continúan con toda su fuerza.

Los expertos estiman que harán falta cerca de 200 inspectores y la OPAQ, encargada de hacer aplicar una Convención que data de 1993, no cuenta con suficiente personal.

Aquellos que se presenten como voluntarios corren peligro de ser tomados como blanco por los bandos beligerantes y ciertamente habrá que retirar los precursores (productos tóxicos) de Siria para destruirlos en un ambiente seguro.

El plan ruso-estadounidense prevé terminar el trabajo a mediados de 2014 pero la mayor parte de los expertos no lo cree posible.

"Jamás realizamos una operación de tal magnitud, y mucho menos en tiempos de guerra", destacó Dina Esfandiary, una especialista del Instituto internacional para estudios estratégicos de Londres.

"En principio, es muy difícil asegurar que Assad haya declarado la totalidad de su arsenal", precisó Esfandiary a la AFP.

"Y además, los inspectores serán blancos perfectos en esa guerra civil. Quienquiera que sea querrá sabotear la operación -y estoy segura que muchos querrán hacerlo- y podrán tenerlos a tiro cuando visiten los sitios", añadió.

Para Hamish de Bretton-Gordon, un ex oficial en las fuerzas nucleares y químicas británicas, esta misión es imposible en plena guerra.

Los obuses o cohetes químicos ya listos para su empleo deberán ser destruidos en el lugar en un incinerador especial y será imposible organizar tales instalaciones en Siria.

En Irak, por su parte, los expertos a veces cavaban hoyos en el suelo en pleno desierto, derramaban gasolina y accionaban un detonador para quemar los productos químicos. Pero ni hablar de proceder de esa forma en Siria.

"Lo ideal sería que los sirios entreguen las armas químicas en la frontera, donde la ONU y las grandes potencias las tomarían para eliminarlas", sugirió Bretton-Gordon.

Unos 200 especialistas deberán trabajar sin tregua durante seis meses para censar y transferir todos los productos peligrosos.

"Pero para destruirlos hará falta mucho más tiempo, podrían ser dos años", precisó este experto que entrena al personal médico en Siria para trabajar bajo amenaza de un ataque químico.

Moscú y Pekín ofrecieron sus servicios para la operación en Siria, y Estados Unidos, Alemania y otros países ofrecieron ayuda técnica o financiera. A su vez, rusos y estadounidenses cuentan con instalaciones capaces de albergar las armas sirias pero Moscú es reticente a ello.

El costo de la operación se anuncia colosal: según Assad, durará un año y costará 1.000 millones de dólares. Para algunos expertos, ese monto alcanzará apenas para hacer un inventario de las armas y sacarlas de Siria. "En términos de recursos la cuenta será salada", estimó Bretton-Gordon.

"Es como un campo de minas, desactivamos una bomba y siempre habrá otra para desactivar", explicó un diplomático en la ONU.

Pero Esfandiary se muestra optimista: "Es probable que no se cumplan los plazos pero, de igual manera, el desmantelar aunque sólo sea una parte del arsenal valdrá la pena", concluyó.

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