Un argentino podría ser el primer santo "de traje y corbata"

Concluyó en Buenos Aires la fase de investigación y recolección de testimonios de la "fama de santidad" de Enrique Shaw, fundador de ACDE. Si la causa prospera, sería el primer caso de canonización de un empresario

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 Charly Díaz Azcué
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En la larga entrevista que concedió a Civiltá Cattolica, el papa Francisco dijo que existe una "clase media de la santidad, de la cual todos podemos formar parte". Y la vida del empresario argentino Enrique Ernesto Shaw (1922-1962, ver cronología al pie de esta nota) vendría a ser una buena muestra de que la santidad puede ser buscada –e incluso alcanzada- en todos los ámbitos de la vida, porque es el hombre el que honra el cargo y no al revés. De prosperar esta causa, Shaw sería el primer empresario en ser consagrado santo.

Este proceso de beatificación fue iniciado en 1997, con el entonces cardenal Jorge Bergoglio en el Arzobispado de Buenos Aires. Y será él, ahora como Papa, quien recibirá la causa en Roma. "A él le correspondió, como obispo, solicitar permiso a la Santa Sede para iniciar la causa", explicó a Infobae Juan Navarro Floria, postulador de la causa de beatificación de Shaw.

Y, en coincidencia con lo dicho por el Papa, agregó: "La santidad canonizada no es toda la santidad. La Iglesia pone de relieve a algunos pero hay retazos de santidad en todas partes", dice Navarro Floria, quien es abogado y profesor de Derecho Canónico.

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Como lo señaló el actual arzobispo de Buenos Aires, monseñor Mario Poli, en la ceremonia de clausura de la fase diocesana de esta causa, en su breve e intensa vida, Enrique Shaw tuvo a la Doctrina Social de la Iglesia como "inspiración en su quehacer empresarial", que para él era un apostolado, un servicio al prójimo, encarnado en este caso en el personal de la fábrica que dirigía: empleados, obreros y sus familias.

El acto –que tuvo lugar el jueves 19 de septiembre en la Universidad Católica Argentina, a cuya creación contribuyó el propio Shaw- , fue presidido por Poli, quien eligió la historia de San Juan Bautista para hablar del papel de los santos: "Juan sabía que él era la lámpara y Jesús la luz; él la voz y Jesús la palabra".

También destacó la humildad de Juan, que "se hizo pequeño para que Jesús habitara en toda su persona". El camino de la perfección, que lleva a la santidad, dijo también Poli, implica la renuncia a sí mismo. "No hay santidad sin renuncia", insistió.

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A continuación, destacó la piedad mariana de Shaw y su devoción a la Virgen de Luján, a cuyo santuario peregrinó varias veces. "Descubrió el secreto de la verdadera alegría: el servicio a los demás", dijo, a modo de síntesis de su vocación.

En presencia de varias generaciones de familiares de Shaw, de monseñor Santiago Olivera, obispo de Cruz del Eje y presidente de la Comisión Episcopal para la Causa de los Santos, del Nuncio Apostólico, Emil Paul Tscherrig, del rector de la UCA, monseñor Víctor Fernández, del padre Mariano Fazio, Vicario del Opus Dei, y de autoridades de ACDE y de la Acción Católica Argentina, las cajas conteniendo 134 testimonios de la "fama de santidad" de Shaw –un total de 13.100 folios de documentación- fueron lacradas y selladas, para ser enviadas a Roma.

"Conocía los nombres de todos sus obreros"

Sara Shaw de Critto tenía 16 años cuando su padre falleció, a consecuencia de un cáncer. "Desde aquel momento mucha gente me decía lo bueno que había sido mi padre, los favores que les había hecho, siempre tenían algo bueno para contarme de él: 'tu papá esto, tu papá aquello', y a mí me encantaba que me hablaran así de él, aunque me parecía normal. Pero con el paso del tiempo me di cuenta de que no era algo tan común", dijo, en diálogo con Infobae.

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Sara recuerda que su padre, director delegado de Cristalerías Rigolleau, iba tres veces por semana a la fábrica, en Berazategui, y conocía los nombres de todos los obreros que trabajaban allí. A la hora de almorzar, iba un día a la casa de uno, un día a la de otro. "El estaba naturalmente muy cerca de la gente y sus problemas", recordó.

Como se dijo en el acto en la UCA, "entre dirigentes y obreros había un muro que él, en cambio, no veía ni sentía".

Según Sara, hoy presidente de Fund TV, su padre "se anticipó bastante a lo que hoy se conoce como Responsabilidad Social Empresaria". "Él se fijaba en el conjunto; por ejemplo, cuando ya hacia el final de su vida, había poca demanda de vidrio y la fábrica estaba medio parada, los accionistas norteamericanos de la empresa –que fabricaba la marca Pirex- sugirieron despedir a 400 obreros. Mi padre les dijo: 'Si los despiden, yo renuncio'. Además los convenció de que era más caro despedir y luego tener que volver a contratar y formar gente. En cambio los puso a hacer otras tareas, pintar y reparar la planta por ejemplo. Y la fábrica sobrevivió y revivió".

Y agrega: "En el acto en la UCA había gente de Berazategui que recordaba eso. Por ejemplo, la actual Secretaria de Cultura del municipio, Liliana Porfiri, que me dijo 'mi padre era uno de los que iba a ser despedido'".

"En las industrias, cuando sólo se piensa en el lucro, se actúa a corto plazo", sostiene Sara, quien cree que la beatificación de su padre puede contribuir a instalar el ejemplo de un estilo diferente de empresa. "Más humana, pero también más exitosa, dice. Porque Cristalerías Rigolleau era una empresa exitosa, lo que prueba que puede haber una convergencia entre lo ético y lo eficiente. A largo plazo, incluso, es más rendidor".

"Sangre de obrero en mis venas"

Aunque le habían ofrecido un cargo administrativo en la empresa, Shaw pensó en un primer momento en trabajar como obrero. Años más tarde, cuando debido a su enfermedad debió ser operado, 200  personas donaron sangre, en su mayoría trabajadores de la fábrica. "Al fin corre sangre de obrero por mis venas", dijo entonces Shaw, feliz.

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Frente a la enfermedad, de acuerdo al testimonio de un amigo, en el video que se emitió durante el acto, "(Shaw) no tenía miedo, miraba hacia adelante, hacia la cruz, hacia Dios".

Navarro Floria, abogado y profesor de Derecho Canónico en la UCA, con experiencia en la materia, aceptó ser postulador de la causa por pedido de ACDE. En la página de la asociación, se puede encontrar más información sobre Enrique Shaw y su causa de beatificación.

Consultado sobre el mensaje que representaría la canonización del empresario, Navarro Floria dice: "Que la enseñanza social de la Iglesia no es una teoría, sino algo que puede y debe llevarse a la práctica. Es un modo de relacionarse dentro de la empresa, entre capital y trabajo, entre dirigentes y trabajadores, que pueden trabajar juntos por el bien común y en sentido creador. Porque la actividad del empresario es una cooperación o colaboración con la obra creadora de Dios. Ante todo, tiene que ser buen empresario, es decir, ganar dinero; el tema es qué hace con eso, que esa ganancia se reparta en términos justos entre las partes no es una negación de los valores de la empresa".

En cuanto a Shaw, y luego de varios años de investigación y trabajo, sintetiza así lo que representa su figura: "Es una persona que en su vida cotidiana, como laico, como marido, como padre de familia, como empresario, logró un equilibrio muy grande entre sus obligaciones y su ser cristiano: llevaba a la práctica muchas de las enseñanzas de Jesús y era un hombre de una profunda espiritualidad".

"Si la causa es aprobada –responde a la consulta sobre cómo sigue el proceso-, la Santa Sede lo proclamará venerable y estará en la misma situación que el cura Brochero hasta que fue beatificado. Luego, si se certifica un milagro, será beato".


CRONOLOGÍA

Enrique Ernesto Shaw

Nació en París el 26 de Febrero de 1921.

Sus padres, los argentinos, Sara Tornquist y Alejandro Shaw, regresaron al país dos años después, en 1923.

Enrique pierde a su madre a los cuatro años. En cumplimiento del deseo póstumo de Sara, Alejandro Shaw confió la formación religiosa de su hijo a un sacerdote Sacramentino.

Cursó sus estudios en el Colegio de La Salle de Buenos Aires. Era miembro directivo de la Congregación Mariana.

A los 14 años, en 1936, ingresó a la Escuela Naval Militar. Estuvo entre los tres mejores promedios de su clase y fue el más joven de sus graduados hasta entonces.

Desde los 16 años fue un intenso lector de obras de economía, política, filosofía, historia y ciencia. En 1939, conoció la Doctrina Social de la Iglesia, y la adoptó. Llamaba a eso su "conversión".

En 1943 se casó con Cecilia Bunge, con quien tuvo nueve hijos.

En 1945, sintió que Dios esperaba otra cosa de él. Primero pensó en trabajar como obrero,  pero un sacerdote le hizo ver que en el mundo empresario al cual pertenecía su familia, tenía un escenario para llevar y practicar el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia.

Renuncia entonces a la Marina, vuelve a la Argentina y se convierte en ejecutivo de las Cristalerías Rigolleau. En poco tiempo llegó a Gerente General y también integró los directorios de otras empresas.

Su vocación de empresario cristiano se sintetiza en estos preceptos: "Como empresario: sembrar esperanza. Ver la realidad. Renunciar al beneficio aparente del momento. Ser un puente entre quienes conocen el problema, y el ´sumergido´ que piensa en su problema inmediato".

"Que en la empresa haya una comunidad humana; que los trabajadores participen en la producción y, por lo tanto, darle al obrero el sentido de pertenencia a una empresa. Ayudarlo a adquirir el sentido de sus deberes hacia la colectividad, el gusto por su trabajo y, por lo tanto, de la vida. Ser 'patrón' no es un privilegio, es una función", escribió.

Se incorporó a la Acción Católica y al Movimiento Familiar Cristiano.

En 1952 fundó ACDE (Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa) de la cual fue su primer Presidente. Desde esa entidad, desplegó una intensa acción evangelizadora entre la clase empresarial del país y de América Latina.

En 1957 le detectan un cáncer.

En 1958 integra el primer Consejo de Administración de la Universidad Católica Argentina. Participa en la fundación de Caritas.

Su salud empeora en 1962. Poco antes de morir, reúne al personal de su empresa, para despedirse y agradecer, en particular a los que habían donado sangre para sus intervenciones quirúrgicas (la cola en el hospital italiano daba la vuelta a la manzana).

Fallece el 27 de agosto de 1962, a los 41 años.

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