El próximo jueves, 12 de septiembre, a las 18 horas, en la Basílica San Francisco de Asís, Alsina 380, en el casco histórico porteño, Alicia Barrios presentará Mi amigo el padre Jorge (Grupo Crónica), el libro en el cual agradece "haber sido elegida por un Poder Superior para acompañar a un maestro espiritual que hoy es Papa". La periodista y escritora conoció al entonces flamante Arzobispo de Buenos Aires en la Navidad de 1999 y desde entonces surgió entre ellos una amistad que continúa hasta hoy. Estuvo con él en los días previos a su viaje definitivo a Roma a fines de febrero pasado, y también en el Vaticano durante el cónclave que lo eligió. Lo vio en Brasil en julio, en su primer viaje apostólico para la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, y lo acompañará en la visita a Asís el próximo 4 de octubre.
Ella fue testigo de su intenso trabajo pastoral en la diócesis de Buenos Aires, pero también de la soledad y el olvido en los cuales, con pocas excepciones, lo dejaron los políticos y los medios.
De este Bergoglio, que "ahora es un Papa que trabaja de cura", habla en el libro. De su convencimiento de que "Benedicto era el único que sabía que Bergoglio era el futuro Papa" y de que en Argentina pasará "lo mismo que con Juan Pablo II en Polonia".
"Esta experimentada periodista -dice el presidente de la Academia Argentina de Letras, Pedro Luis Barcia, en el prólogo del libro- tuvo dos aciertos de base: supo elegir como modelo de sacerdote y amigo a un hombre de Dios que no la decepcionó, por coherente y humilde; y aprender de él que hay que dejar a Dios hacer de Dios, después de haber hecho humanamente todo lo posible en cada esquina de la vida convertida en encrucijada".
A continuación el diálogo de Alicia Barrios con Infobae:
¿Qué cosas nuevas sobre Jorge Bergoglio pueden encontrar los lectores en su libro?
Lo novedoso de mi libro son las vivencias, que son intransferibles, lo que vivimos durante 15 años. Yo peregriné con él durante todo ese tiempo, estuvimos en todas partes, en los lugares más marginales, donde están los olvidados de la tierra, como en la cárcel del hospital Borda, donde está la gente que padece los dos peores dramas: la locura y la falta de libertad. Hasta allí llegamos con él, cuando fue a lavarles los pies a esos presos, uno de los días en que más me conmoví. Como cuando fuimos al Garrahan: la tristeza de Jorge cuando vimos a los chiquitos que no tenían retorno, enfermos terminales, y cómo se acercó a cada uno de ellos. Mi libro es una crónica de todo lo que vivimos en ese tiempo. No es una biografía. Pero sí es un espejo de lo que es Bergoglio. Ahora él sorprende al mundo, pero en la Argentina siempre dijo lo mismo. El libro es una lección de fe, de vida y de Bergoglio amigo. El Bergoglio que van a ver como Papa -porque sigue siendo el mismo- y su intimidad, su sentido del humor, su solidaridad. Espero que no lloren. Yo lo escribí así, llorando, disfrutando, era la agonía y el éxtasis ese libro. Está Bergoglio ahí.
¿Cuándo conoció a Jorge Bergoglio?
En la Navidad del 99. Yo estaba pasando un momento personal muy difícil. Estaba. Era la primera Nochebuena de Bergoglio como arzobispo. Invitaban a pasarla en la Catedral. Y yo no tuve mejor idea que invitar a la gente que escuchaba mi programa –yo estaba en Radio 10-, que era muy escuchado, a pasar allí la Nochebuena. Cuando llego, pasa un cura, y yo le pido que bendiga los rosarios, él los bendice y se va rápido. Y cuando empieza la misa, me doy cuenta de que el cura era Bergoglio. Después me llamó, porque para él también fue una sorpresa ver tanta gente en su primera Nochebuena. La Catedral reventaba de gente. Desde entonces nos empezamos a tratar.
¿En su libro aparecen claves de cómo llegó Jorge Bergoglio a ser Papa?
Sí. Está contado en mi libro realidad por qué llega a Papa. Yo fui testigo privilegiada. A Bergoglio lo ignoraba completamente la prensa. Salvo Infobae, no había nadie, nunca. Al punto que en la última misa que dio como Cardenal, el 11 de febrero, no hubo un solo periodista.
¿Y cuáles serían esas claves?
Esta historia empieza en el 2001, porque ese año había un sínodo en Roma, en octubre, y el cardenal que iba a estar al frente del sínodo se tuvo que ir a Estados Unidos por el atentado contra las Torres Gemelas (11/9), con lo cual Bergoglio, que era suplente, fue quien lo reemplazó en la conducción de ese encuentro. Hizo una gestión tan impecable y mostró un liderazgo tan grande ante los cardenales de todo el mundo que por eso lo votaron para ser Papa en 2005, cuando fue electo Benedicto XVI. Acá se desconoce la dimensión del liderazgo que tenía Bergoglio entre los cardenales del mundo. En 2005 él le da los votos a Benedicto y en el 2006, cuando se empieza a preparar Aparecida, un momento fundamental, él fue el relator en ese encuentro. En ese momento viaja a Roma, y le informa a Benedicto de cómo iba a ser esa reunión y éste le dice "yo también quiero ir, tengo 80 años, pero estoy bien de salud, quiero ir". Y ahí fue cuando Bergoglio se consagró y Benedicto se dio cuenta.
¿Benedicto incidió en su elección?
Hay algo que a mí nadie me va a sacar de la cabeza. Cuando Bergoglio cumple 75 años, Benedicto no le acepta la renuncia. Para mí, Benedicto era el único que sabía que Bergoglio era el futuro Papa. Y pasó algo acá, que nadie sabe. Cuando renuncia Benedicto, Bergoglio estaba me dijo "tengo que estar el 2 de marzo en Roma". Y poco después: "no, ¿sabés qué? Me avisaron que tengo que ir el 28". Y cuando se estaba aproximando la fecha, me dice: "¿Sabés que tengo que estar el 26?". Y yo le digo: "Jorge, los cardenales están enojadísimos porque todavía no los convocaron, ¿y a vos te dicen que tenés que estar el 26?". Entonces le restó importancia, porque se dio cuenta de mi sorpresa, y me dijo "no, debe ser una convocatoria general". Y entonces no pregunté más.
¿Cómo vivía Bergoglio el "ninguneo" de que era objeto en su propio país? Público, quiero decir, ya que entre sus fieles era muy distinta la situación.
Yo aprendí una gran lección de cómo vivía él ese tiempo y la quiero transmitir. Vi un hombre que, cuando cumplió 75 años, gente que él quería muchísimo, que llegó a ser lo que era dentro de la jerarquía eclesiástica gracias a él, iba a Roma a hacer lobby para que le aceptaran la renuncia y se probaba el capelo de cardenal. Tenía unas guerras internas impresionantes, que no sólo eran las políticas, sino dentro de la iglesia, operaciones tremendas que se hacían en los medios. Por eso yo quiero destacar la figura de Daniel Hadad en este sentido, porque donde él estuvo nunca se engancharon con esto; mientras él estuvo.
¿Y Bergoglio cómo reaccionaba ante esto?
Cualquiera que tiene 75 años, ¿qué haría? El había renunciado como arzobispo de Buenos Aires y había renunciado por segundo mandato cumplido al Episcopado. Pero le daban por todos lados. El nuncio apostólico de aquel momento, (Adriano) Bernardini, era el que acompañaba a Roma a los obispos. Y yo vi a un hombre que no se entregó. Porque otro dice, "listo me retiro, ya fui cardenal". Él no. Siguió, no bajó los brazos y ¡llegó a Papa! Un año antes, estábamos sufriendo. Es un ejemplo de cómo a los 75 años uno puede dar pelea.
¿Qué efecto cree que va a tener su elección como Papa en la Argentina?
Creo que va a tener una gravitación tremenda. En este momento es la persona más importante del mundo. Está teniendo una gravitación importantísima en lo que hace a la guerra en Siria. Es el Papa argentino, para mí va a pasar acá lo mismo que con Karol Wojtyla en Polonia, donde no pasó inadvertido un papa polaco. Hubo muchos cambios. Y ya los hay ahora en la gente. Él hizo algo muy importante, que fue devolver el poder de Dios a la grey católica, a la gente. La Iglesia somos todos. Cuando él dijo en Brasil, ese "hagan lío" revolucionó todo, con lo cual la posta acá la tiene la gente y... ¡cuidado! En Brasil la gente, conociendo la proximidad que yo tenía con él, me decían; "voy a ir por el obispo que tiene el coche blindado"; "voy a ir por el cura que no visita los pobres, que no bautiza los hijos de madres solteras". Lo veo todo el tiempo y veo las iglesias colmadas de gente. Veo también el fenómeno de que la gente se está acercando más a la Iglesia, a la fe, y está dejando un poco la política. No sé qué va a generar esto. En Polonia pasó y acá lo estoy viendo.
¿Pero cómo se va a traducir esto políticamente?
Eso todavía no lo sé. Pero lo que sí sé es que va a haber un liderazgo de fe. Y que va a haber muchos cambios. Bergoglio va a hacer muchos cambios en los obispos por ejemplo; no vaya a extrañar que alguno de los curas villeros esté entre los próximos obispos. Va a haber cambios. Y falta un liderazgo de fe. Acá no hay un (Lech) Walesa [en referencia al líder del sindicato polaco Solidaridad]. Todavía.
¿Coincide con lo que dijo Monseñor Mario Poli de que Bergoglio estaba acá con cara de velorio y en Roma está feliz?
En la intimidad Bergoglio es una persona con un sentido del humor muy grande y lo sigue siendo, ahora Papa. Cada vez que lo veo, me encuentro con el mismo Jorge de siempre. Lo que se ve ahora es la presencia del Espíritu Santo. A él le gusta trabajar de cura, le encanta. Era un cardenal que trabajaba de cura. Y ahora es un Papa que trabaja de cura. Está contentísimo. No tiene techo. La "manija" ayuda.
Se lo ve radiante. ¿Tiene buena salud?
Bergoglio siempre se cuidó mucho. Nunca descuidó su salud. Siempre tuvo un monitoreo médico permanente.
¿Cuándo va a venir a la Argentina?
Se lo pregunté y me dijo categóricamente que no va a venir ni este año ni el que viene. Esa fue la respuesta que me dio.
¿No extraña?
Él tiene desprendimiento. Sus amigos más próximos estamos constantemente en contacto con él. Y por la velocidad con la que contesta me doy cuenta de que sí, nos echa de menos. Pero no lo va a decir. Igual está muy bien allá. Es el Papa. ¿Qué más? Está exultante.