Rochus Misch, la última persona que fue testigo del suicidio de Adolf Hitler y su esposa, Eva Braun, en su búnker de la capital alemana, ha muerto en Berlín, tras una larga enfermedad.
Los medios alemanes se hicieron eco de la noticia del fallecimiento de quien fue guardaespaldas, mensajero y telefonista del dictador.
En los últimos años, la comunicación con él era difícil debido a su avanzada
edad, pero en 2009 aún concedió una entrevista a la revista alemana P.M
History, en la que ratificaba su fidelidad al Fürher como
soldado, aunque condenaba los "terribles y crueles" crímenes contra
la humanidad del nazismo.
Misch, miembro del personal destinado al servicio de Hitler en la década de
1940, recordaba ya con lagunas la escena que vivió el 30 de abril de 1945.
Hitler "tenía la cabeza sobre la mesa, mientras Eva la tenía ladeada. Ya
no recuerdo bien, ¿estaba sentado en el sofá o en un sillón al lado? Pero sigo
viendo a Eva, con las rodillas encogidas hasta el pecho", decía.
Días antes, el 22 de abril, el dictador nazi había anunciado al personal que lo
acompañaba que la guerra estaba perdida. Allí les comunicó su decisión de
permanecer en Berlín y les dio permiso para abandonar el edificio, pero Misch decidió
quedarse hasta el final.
"Permanecí como fiel servidor de mi jefe en el búnker", rememoraba
Misch, que no abandonó el lugar hasta que Josef Goebbels, el ministro de
Propaganda nazi, le dijo el 2 de mayo que ya no lo necesitaba más y que podía
partir.
El que fuera sargento de la unidad especial de las SS del Führer no
era capaz de reprocharle a Hitler sus crímenes -"superaría mi cumplimiento
del deber como soldado"- y aseguraba que nunca se habló de la existencia
de campos de concentración en su círculo íntimo.
Después supo de su existencia. "Ahora estoy bien informado -dijo en 2009-.
Está claro que pasaron cosas terribles. No hay excusa posible. Hubo campos de
concentración. Eso no se puede negar".
Tras la muerte de Hitler, Misch fue capturado por las tropas soviéticas y pasó
nueve años en una prisión rusa, hasta que regresó a Berlín en 1953.
En el sector oeste de la capital alemana, trabajó en una tienda de pintura hasta
su jubilación.