La madre de la ex presidente de Chile y actual candidata, Michelle Bachelet, relató por primera vez el drama de su cautiverio durante la dictadura de Augusto Pinochet. "Estuve encerrada en un cajón durante diez días, sin comer, sin agua y sin salir al baño. Me tenían en un lugar donde al frente se torturaba. En la noche, se escuchaban los gritos de gente que estaba herida de bala", contó Ángela Jeria en una entrevista con Radio Santiago.
Jeria estuvo privada de su libertad en Villa Grimaldi, el principal campo de concentración del gobierno militar. Su esposo, Alberto Bachelet, secretario nacional de Distribución del gobierno de Salvador Allende, padeció torturas y fue encontrado muerto meses después del golpe militar de septiembre de 1973. A casi 40 años del golpe, la mujer contó que antes de la detención de su marido, su hogar fue allanado en dos ocasiones.
La madre de Bachelet resaltó que su esposo, un general constitucionalista que se negó a adherir a las fuerzas golpistas, se mantuvo con optimismo y siempre con la esperanza de ser liberado y, por ello, su muerte en la ex cárcel pública fue doblemente dolorosa. "Era como tratar de mirar y tener un telón blanco, como si una parte de mi vida se hubiera acabado. Mi hijo estaba en Australia, desesperado, y le dije: 'No vuelvas por ningún motivo'. Tenía el mismo nombre de su padre", recordó.
A partir de entonces, junto a su hija Michelle, comenzaron a apoyar a los perseguidos por la dictadura, hasta que a principios de 1975 fue detenida y llevada a la Villa Grimaldi. "Éramos muy ingenuas, nunca supimos de lo que ellos eran capaces, de las cosas que iban a hacer, ni tampoco de lo indefensas que estábamos nosotras", evocó. Tras cuatro años de exilio, en 1979, Jeria regresó a Chile y se integró a las organizaciones de denuncia, por lo que volvió a ser detenida tres veces más.
La mujer rememoró la ocasión, en 1986, cuando asistió al velatorio del fotógrafo Rodrigo Rojas de Negri, quien murió por las quemaduras infligidas por parte de una patrulla militar. "Estábamos en la Comisión Chilena de Derechos Humanos y llegaron los carabineros. Nos ahogaron con bombas lacrimógenas, la gente se desmayaba. Hubo que salir arrancando con el ataúd para poder llevarlo al cementerio. La situación era violentísima, había un clima de incertidumbre muy grande", afirmó. "Pero superamos la dictadura, sin armas, con nuestra palabra. Eso hay que destacar", reflexionó.