Las ejecuciones públicas y las torturas ocurren a diario en las prisiones de Corea del Norte, según el dramático testimonio de sus ex prisioneros ante una comisión de investigación de Naciones Unidas que comenzó el martes en la capital surcoreana.
Es la primera vez que un comité de expertos examina la situación de los derechos humanos en Corea del Norte, aunque el país gobernado por la tercera generación de su familia fundadora, los Kim, niega que viole los derechos humanos. También rehúsa reconocer a la comisión y no ha permitido el acceso a los investigadores.
Las desgarradoras narraciones de los que lograron salir y ahora viven en Corea del Sur describen cómo los guardias cortaban el dedo de un hombre, forzaban a los presos a comer ranas y a una madre a matar a su propio bebé.
"No tenía ni idea. Pensé que me iban a cortar toda la mano, así que me sentí agradecido y contento de que sólo me cortasen un dedo", dijo Shin Dong-hyuk, quien fue castigado por dejar caer una máquina de coser.
Nacido en una cárcel denominada Campo 14 y forzado a ver la ejecución de su madre y de su hermano, a los que delató para sobrevivir, Shin es el superviviente más conocido de las cárceles del Norte. Dijo que cree que el comité de la ONU es la única vía para mejorar los derechos humanos en el empobrecido y aislado país.
"Ya que los norcoreanos no pueden levantarse con armas como en Libia o Siria, creo personalmente que es la primera y última oportunidad que nos queda", dijo Shin. "Tienen mucho que encubrir, incluso aunque no admitan nada", sostuvo.
En los campos de prisioneros norcoreanos hay entre 150.000 y 200.000 personas, según estimaciones independientes, y los que han salido de ellos dicen que muchos reos están desnutridos o trabajan hasta la muerte.
Después de más de un año y medio en el poder, Kim Jong-un, de 30 años, ha dado pocas señales de cambiar el estilo de gobierno de su padre, Kim Jong-il, y de su abuelo, el fundador del estado Kim Il-sung. Tampoco ha habido muestras de una pérdida de autoridad dentro de un país férreamente controlado.
Jee Heon-a, de 34 años, dijo a la comisión que desde el primer día de su encarcelación en 1999, descubrió que las ranas saladas eran unas de las pocas cosas que había para comer.
"Todo el mundo tenía los ojos hundidos. Todos parecían animales. Las ranas se colgaban de los botones de la ropa, se ponían en una bolsa de plástico y se pelaban", dijo. "Comían ranas saladas y yo también lo hice", dijo.
Hablando suavemente, respiró profundamente al describir en detalle cómo una madre fue obligada a matar a su propio bebé.
"Fue la primera vez que veía un recién nacido y me sentía feliz. Pero de repente se oyeron pasos y un guardia de seguridad entró y dijo a la madre que metiera al bebé en un cubo de agua", dijo.
"La madre suplicó al guardia, pero él la siguió golpeando. Así que la madre, con sus manos temblando, puso la cara del bebé en el agua. Los llantos acabaron y una burbuja emergió cuando moría. Una abuela que había asistido al bebé lo sacó", dijo.
Pocos esperan que la comisión tenga un impacto inmediato en la situación, aunque servirá para publicitar una campaña con poca visibilidad global.
En Seúl parecía haber poco interés en este asunto. Sólo unas decenas de personas, entre ellos periodistas, asistieron a la audiencia pública de una universidad del centro de la ciudad.