"Tienen que saber que estos cursos los estoy improvisando muy poco antes de que ustedes vengan aquí: no soy sistemático, no soy ni un crítico ni un teórico". Con esta advertencia inicia sus clases de literatura Julio Cortázar en la casa matriz de la Universidad de California, en octubre de 1980. El consagrado autor evita así andar los sinuosos caminos académicos de la teoría literaria, por entonces en auge en los Estados Unidos, y extiende un puente entre la literatura y la vida por el que transitará junto a sus alumnos a lo largo de dos meses.
Poco inclinado a presumir, Cortázar se permite la duda y asume sin culpas las limitaciones suyas y de los estudiantes, estableciendo con ellos un vínculo muy cercano que abre al diálogo sobre diversos temas. Las charlas llevan con frecuencia de la literatura a la política sin perder el humor con el que se suceden anécdotas con Fidel Castro o comentarios sobre el calor que invade las aulas en esa estación del año. No hay que esperar en estas páginas que ahora publica Alfaguara la erudición asociable a otros escritores como Borges; entre las cartas que juega el autor de Rayuela las figuras que más hace valer son las de sus propios contemporáneos y colegas –José Lezama Lima y Mario Vargas Llosa, dentro de las más altas- que las de los grandes clásicos de la literatura universal.
Es su experiencia como escritor, que con provecho es equiparada con la evolución de una literatura latinoamericana que recientemente había conocido el fenómeno del boom, la que lo guía a lo largo de las clases. Con el foco puesto en el lado creativo de toda obra, el argentino explica los mecanismos del cuento y la novela así como las propias fuerzas impulsoras de sus relatos: los juegos, el erotismo, la música. De esta manera accedemos al backstage de cuentos fascinantes como "La noche boca arriba", de invenciones como sus cronopios y famas, y descubrimos la génesis del libro que finalmente lo consagró, Rayuela.
Habituado al juego, el famoso profesor propone tentativas para analizar su propia obra. Divide a esta en tres etapas, a través de las cuales el escritor va adquiriendo mayor conciencia de su tarea. A la primera la llama "estética", en cuanto predomina el elemento fantástico y la preocupación por refinar un estilo y una forma. Es el momento de sus cuentos más conocidos, los que por su imaginación le valieron el reconocimiento de la crítica y de los lectores.
Luego viene el salto a la novela, la etapa "metafísica", donde hay un interés por la construcción de personajes "de carne y hueso" que, como Horacio Oliveira en Rayuela, se cuestionan su lugar en el mundo y la realidad establecida. Esta intención lo lleva a reflexionar sobre el lenguaje y a emprender experimentos para una renovación técnica de la escritura que genere, entre otras cosas, la participación activa del lector y la introducción de un nuevo orden dentro de la desgastada realidad cotidiana.
La última etapa lo encuentra como un escritor comprometido
con la difícil situación de América Latina en tiempos de dictaduras. Además de
las clases dictadas en Berkeley, Cortázar dedica dos conferencias a esta
cuestión que se incluyen al final del libro. Se trata de hacer literatura a
partir del presente, teniendo en cuenta la condición histórica y social de
nuestros pueblos. No quiere decir que haya que sacrificar el valor artístico
por las definiciones políticas, al contrario, el desafío es hallar
permanentemente los caminos por los que aún es posible la literatura. Pese a
que su discurso es claro, el intento particular dentro de este terreno con El libro de Manuel no logró plasmarse
tan bien como en sus producciones anteriores.
La división sugerida no es más que orientadora, cada etapa contiene un poco a las otras. Ya el modo en que Cortázar concibe sus cuentos fantásticos supone una crítica de la realidad, que al pasar por el filtro de la imaginación se expande y se vuelve más auténtica: "La fantasía, lo fantástico, lo imaginable que yo amo y con lo cual he tratado de hacer mi propia obra es todo lo que en el fondo sirve para proyectar con más claridad y con más fuerza la realidad que nos rodea".
Las clases de literatura en Berkeley alcanzan a transmitir eso que reconoció César Aira, un detractor de su obra: el placer de la invención.
Clases de literatura. Berkeley, 1980. Por Julio Cortázar, edición de Carles Álvarez Garriga. Alfaguara. 344 páginas.
Más Noticias
Un padre consigue inscribir a su hija con su apellido pese a presentar la demanda de paternidad 3 años después de su nacimiento
El tribunal de apelación desestimó el recurso y confirmó la sentencia inicial, considerando que el derecho a la identidad biológica es prioritario

‘El Tuso’ Sierra desmiente vínculos con el expresidente Álvaro Uribe: “Jamás me he tomado un tinto con él”
Sierra negó conocer al exmandatario colombiano y aseguró que son falsas las versiones que lo ubican en la Gobernación de Antioquia durante su mandato

Colombia envió 57 notas verbales a México protestando por maltratos a inadmitidos
El Gobierno colombiano alegó que la cifra de mexicanos que no son admitidos en el país no es mayor a 220 personas, mientras que la cifra de los connacionales rechazados suele ser exponencialmente más alta

Actores de ‘Medusa’ de nuevo comentan el desafío de hablar con acento costeño tras las críticas recibidas: ‘Nunca lo había hablado’”
Mabel Moreno, Sebastián Martínez y Diego Trujillo se refirieron a los retos que enfrentaron al grabar la serie de Netflix, la cual ha sido un éxito a nivel global

‘Risas’ le hizo honor a su alias y posó sonriendo para la foto de registro tras su captura: es un temido sicario de la organización ‘Los de la M’, en Santander
Así lo indicaron las autoridades en el departamento, que lograron su detención en la vivienda del hoy detenido, donde los agentes le cayeron de sorpresa
