Si se mantuviera esa tasa de ajuste intermensual en los próximos doce meses determinará un salto de 30,9%, con un ajuste de más de cinco puntos por arriba de la tasa de inflación del índice Congreso, en torno al 25% en 2013.
Semejante suba representa una devaluación nominal del peso de 23,6% en perspectiva, porque en un año con $540 se podrían adquirir apenas 76,4 dólares en el mercado oficial. Claro está para las transacciones comerciales.
El aumento de la paridad oficial refleja la preocupación por encontrar en el canal comercial la forma de frenar la pérdida de reservas, ya que un tipo de cambio alto incentiva las exportaciones que visualizan una proyección de baja gradual de los costos medidos en moneda extranjera y desalienta las importaciones, porque verán severamente encarecidas sus compras de divisas para honrar sus compromisos.
En una visión retrospectiva, por el contrario, la competitividad cambiaria se ha visto claramente deteriorada, habida cuenta de que la paridad oficial apenas subió 19,2%, en contraste con costos que superaron con holgura el 25%, según lo reflejaron con holgura las variaciones del promedio de los salarios, la recaudación tributaria, la expansión monetaria y el gasto público, entre otras variables referenciales.
De ahí que frente a la sostenida reducción del superávit de la balanza comercial, junto con la sangría de divisas que provoca el turismo, pese al cepo cambiario, además de las cancelaciones de préstamos del sector privado con el exterior, y el impacto del debilitamiento de la cotización del oro, Mercedes Marcó del Ponto y su equipo habrían decidido intentar revertir la pérdida de divisas con un mayor ritmo de devaluación.
De esta forma, parece desactivarse la intención de la Presidente de no devaluar el peso, según había expresado enfáticamente en un discurso el 6 de mayo último.