Siguiendo una tradición que cumplía cuando era arzobispo de Buenos Aires, el Papa argentino conmemoró la última cena de Cristo y sus discípulos con el tradicional lavado de pies a personas humildes y en dificultad.
En una ceremonia que se decidió que no sea televisada por pedido del propio pontífice, Franciso realizó el acto con 12 presos de la cárcel de menores, entre ellas dos niñas: una católica y otra musulmana.
"Quien está en lo más alto debe servir a los otros", indicó Su Santidad, quien preside por primera vez como pontífice los tradicionales ritos de Semana Santa.
"Esto es un símbolo y un gesto: lavar los pies quiere decir que estoy a tu servicio", explicó el nuevo Papa a un grupo de unos 50 detenidos de varias nacionalidades.
"Piensen que con esta ceremonia de lavarse los pies se demuestra que se está dispuesto a ayudar a los demás. Piensen que es como una caricia de Jesús, porque vino para eso, para ayudarnos", manifestó Francisco.
Esta fue la primera vez que un papa oficia la misa del Jueves Santo en un reformatorio de menores y no en la basílica de San Juan de Letrán, que es la catedral de Roma y que le corresponde como obispo de la Ciudad Eterna.
En el reformatorio, que ya visitaron en 2008 Juan Pablo II y en 2007 Benedicto XVI, se encontraban detenidos 46 jóvenes, de ellos 35 varones y 11 mujeres.
Francisco concelebró la misa con el cardenal vicario de Roma, Agostino Vallini; el capellán del reformatorio, Gaetano Greco; el sustituto de la Secretaría de Estado ("número tres" del Vaticano), Angelo Becciu, y el secretario del Papa, Alfred Xuareb. También asistieron dos diáconos: el colombiano Pedro Acosta y el fraile terciario capuchino de la Dolorosa Roi Jenkins Albuens.
El Papa fue recibido por la ministra italiana de Justicia en funciones, Paola Severino; la jefa del Departamento de Justicia de Menores, Caterina Chinnici; el comandante de la Policía Penitenciaria del reformatorio, Saulo Patrizi, y su directora, Liana Giambartolomei.