Será el hombre más influyente en la política francesa después del primer mandatario. En el sistema híbrido de gobierno que rige en Francia desde hace medio siglo, el Presidente no es una figura decorativa como en el parlamentarismo: además de jefe de Estado, designa al primer ministro y, lo principal, no puede ser destituido por la Asamblea. El jefe de Gobierno es un primer ministro designado por el primer mandatario, con quien comparte la conducción de la administración, y que elige a su vez el resto del gabinete.
Para ese cargo François Hollande eligió al diputado nacional Jean-Marc Ayrault, de 62 años. Desde 1997 preside al grupo parlamentario socialista. Nunca ocupó funciones ejecutivas nacionales -al igual que el nuevo presidente- pero es intendente de Nantes (este de Francia) desde 1989, ya que en Francia no hay incompatibilidad entre la función municipal y la legislativa.
Ayrault, hijo de obreros y afiliado al Partido Socialista en 1971, estudió en Alemania y hasta fue profesor de alemán, pero su cercanía al país vecino no se limita a eso.
El diario germano Sueddeutsche recuerda que, durante la campaña, cuando arreciaban las diatribas contra una "Europa alemana" en los discursos socialistas, Ayrault se desmarcó de esa posición intentando calmar los espíritus con tranquilidad pero al mismo tiempo con firmeza.
Es un pragmático en economía y en la Asamblea se muestra como un orador contenido y de sentido común.
La prensa califica su elección como la de un complementario de Hollande, un hombre más inclinado al centro que hacia el ala izquierda como lo es, por ejemplo, Martine Aubry, una de las rivales de Hollande en las primarias socialistas, y cuyo nombre circulaba también para el cargo.
Ayrault es amigo del actual presidente desde que compartieron la misma promoción es la muy prestigiosa Escuela Nacional de Administración (ENA) de la cual han egresado casi todos los políticos francesesde primera línea. Durante la campaña el diputado se desempeñó como consejero personal de Hollande.
Ayrault nunca fue derrotado en las elecciones a las cuales se presentó desde 1976. Sin embargo, un enojoso asunto judicial que le valió seis meses de prisión en suspenso y 4.600 euros de multa (por otorgamiento indebido de ventajas en su condición de Intendente de Nantes). Ese antecedente le impidió ocupar una cartera ministerial durante el gobierno socialista de Lionel Jospin (en cohabitación con el presidente de centroderecha Jacques Chirac). Ahora llega su revancha.
El diario Le Monde lo llama "reformista sin complejos" y lo describe así: "Prudente, pragmático, Ayrault posee sin embargo un sentido político agudo. Calibra a los individuos, mide las relaciones de fuerza, practica con habilidad el arte del compromiso, pero siempre con la misma dedicación para lograr el avance de las grandes líneas que ha puesto en marcha. Desde 1989, ha transformado en profundidad la ciudad de Nantes, convertida a la vez en capital cultural y del desarrollo sustentable, a pesar de los cuestionamientos de que ha sido objeto su proyecto de aeropuerto en Notre-Dame-des-Landes".
Se lo considera falto de carisma, algo que también se aplicaría a su amigo François Hollande, un presidente impensado. Ayrault acostumbra a tomarse su tiempo para responder y sus definiciones están siempre precedidas por muchos considerandos, lo que le ha valido la fama de no ser amigo de los riesgos.
Es amante de la música clásica y destacado bailarín de tango. Durante varios años enseñó el alemán; el "alemán del Este", bromean algunos en alusión a que es un personaje extremadamente austero, como lo era la Alemania comunista.
El mensaje de una designación
La llegada de Hollande a la presidencia de Francia fue vista con recelo desde Alemania por su discurso opuesto en muchos aspectos a la orientación que la canciller Angela Merkel, en acuerdo con el anterior presidente francés Nicolas Sarkozy, le dieron a las respuestas a la crisis europea.
Sin embargo, de acuerdo a algunos especialistas, hay que esperar un tiempo para saber si Hollande mantendrá el discurso anti-alemán de campaña. Como lo explicó el ex embajador argentino en Francia Carlos Pérez Llana a Infobae América, el nuevo presidente enfrenta "un dilema similar al que vivió François Mitterrand cuando llegó a la presidencia en 1981". Así lo explica: "En aquel momento, muchos en el Partido Socialista, promovían el 'socialismo en un solo país', querían salir de la llamada 'serpiente monetaria europea', algo equivalente a lo que hoy representa el euro. Otros, en cambio, advertían que una devaluación sería fatal para Francia. Ésta fue la visión que, después de muchas dudas, adoptó finalmente Mitterrand".
Electo fundamentalmente por los votos de quienes se oponen al ajuste, Hollande no tiene demasiado margen de maniobra político para alinearse a lo que piensa Alemania. Pero el perfil del primer ministro que eligió puede ser visto como la búsqueda de una interlocución lo más fluida posible con un país con el que debe compartir la tarea de conducir a Europa.