"¿Está bien que sea yo quien tome la iniciativa?", "¿Me tomará en serio o sólo me 'usará' para un encuentro casual?", "¿Debería seguir insistiendo como hacen ellos si me dice que no?" Éstas y muchas otras son las preguntas que se hacen las mujeres cuando pierden la paciencia y deciden salir a tomar "el toro por las astas".
Años atrás se realizó en los Estados Unidos un experimento psicosocial cuyo resultado dejó a todos boquiabiertos. En plena 5ª Avenida neoyorquina, jóvenes y bellas mujeres se apostaron en las esquinas esperando que los ejecutivos y oficinistas salieran de sus trabajos. Cuando éstos pasaban por delante, ellas los interceptaban, los piropeaban y les hablaban con el mismo discurso masculino que ellos usan a la hora de "cazar" a su presa cuando las abordan por la calle. Sorprendentemente y, a pesar de que las mujeres utilizaban su misma táctica, los varones se escapaban, las evadían y se sentían desorientados, a pesar de que estaban siendo sometidos al típico modelo masculino de conquista.
"Es que a veces los hombres utilizan piropos demasiado subidos de tono y lo que hacen es espantar a la mujer que intentan abordar", cuenta la psicóloga Adriana Guraieb. "De hecho, en Argentina un grupo feminista hizo una presentación para reclamar que el piropo sea legislado y considerado como violencia de género", cuenta la experta consultada por Infobae América.
Guraieb adelanta que a los hombres no les gusta que las mujeres tomen la iniciativa -solo a los tímidos, esto les resuelve el problema- y, en caso de que acepten la propuesta femenina, lo toman como un touch and go ("toco y me voy"). "Desde la época de las cavernas, él ha sido conquistador: el que dominaba en el trabajo, en la guerra, el que buscaba alimentos, mientras la mujer tenía un papel sumamente pasivo: ese era el modelo tradicional", explica. "Si una mujer toma la iniciativa, lo más probable es que la relación quede como algo pasajero. Pero cuando es el hombre quien la toma, puede que llegue a algo serio. De todos modos, esto depende del nivel de machismo del varón, pero lo que está claro es que a ellos no les gusta que le arrebaten el rol".
Pero si ante esta advertencia alguna mujer que quiere seguir adelante con sus planes de conquista, éstas son las tácticas que Guraieb recomienda. "Tiene que ser algo muy velado, algo delicado, una inducción con la mirada, que no sea explícito, incentivar el deseo y provocar la actividad: '¿Te parece si hacemos tal cosa?'. Si responde que no, nos evade o directamente no contesta, es claro que esa mujer no le interesa. Si dice muy rápido que sí, ya sabemos qué es lo que quiere".
Otra estrategia femenina recomendada es expresar un deseo: "¡Qué lindo sería conocer ese sitio!, ¿verdad?". Ello da pie a que el hombre responda: "¿Por qué no me llevas?". O, mejor aún, "¿Quieres que te invite?". Pero si ni siquiera da muestras de interés ante una propuesta explícita, no hay que insistir porque eso habla de una desvalorización de la mujer. "Hay que entender el mensaje y emprender otro camino", sentencia. "Hay personas a las que todos los 'no' se les convierten en desafíos: insisten, se quedan esperando, pierden el tiempo, se ilusionan, se frustran y eso no sirve".
Pero el paso del tiempo no sólo cambió la postura de las mujeres a la hora de hacerle saber sus deseos al hombre elegido, sino que también las relaciones de pareja mutaron y mucho. Para Guraieb, las de hoy son puramente con tendencia a la disolución del vínculo más que al compromiso, lo que más importa es lo físico y se oculta el sentimiento. "Hoy es mucho más fácil desnudar el cuerpo que mostrar afecto", explica.
El famoso sociólogo Zygmunt Bauman se refirió a las "relaciones de bolsillo", destacando que los jóvenes tienen una gran cantidad de objetos en el bolsillo que usan y tiran; hay contacto superficial y una tendencia marcada al "descompromiso".
La psicóloga consultada refiere que ello pasa entre jóvenes y adultos: los primeros, porque quieren hacer más experiencia o por cuestiones económicas. La gente madura, por otras razones: "Ya sufrí", "No quiero volver a pasarla mal", "No sirvo para la convivencia" o "Siempre elijo mal".
"Bauman dice algo genial: esta época no está signada por los vínculos de encuentro y desencuentro, sino que hemos tomado la cultura del lenguaje de la computadora, conectarse y desconectarse. Cuando uno está en Internet se abren ventanas, uno puede contestar o no, y cuando quieres te desconectas: ello es esperable dentro del modelo cibernético, pero el problema es que se está aplicando al modelo humano", concluye.