El particular y muchas veces inentendible sistema de los promedios del descenso genera todo tipo de controversias en el fútbol argentino. Más aun cuando se llega a esta época de la temporada donde se definen quiénes serán los que deberán jugar en la Primera B Nacional o revalidar su lugar en la élite mediante la promoción.
Los famosos promedios no nacieron en 1981, como cree la mayoría, sino en 1961. Lo que sí es cierto e inconfundible es que su creación tuvo como único objetivo beneficiar a los clubes grandes. Por eso en los torneos serios del mundo no se aplican.
El cuestionable sistema para definir los descensos no hay que achacárselo a Julio Grondona (a pesar de que él decide todo), sino a Raúl Colombo, quien presidía la AFA hace 46 años.
En esa ocasión fue sólo una prueba que duró muy poco tiempo (dos años). El ente que dirige nuestro fútbol tomó el promedio de las últimas tres temporadas (1959, 1960 y 1961) con el fin de generar mayor paridad en la competencia.
Ese año descendieron Lanús y Los Andes. Si se hubiera regido por la tabla de la temporada los que habrían perdido la categoría serían Ferro y Los Andes.
Lo que desencadenó el actual sistema fue lo sucedido en 1981, cuando Grondona ya hegemonizaba el poder de la pelota.
En la reunión que se decidió implementar los promedios participaron unos pocos dirigentes y la votación fue unánime. Comenzó a regir oficialmente en el Metropolitano 1983.
El primer año ya generó polémica. Porque los perjudicados con el sistema fueron Racing de Avellaneda y Nueva Chicago, pero con la tabla general se habrían ido Racing de Córdoba y nada menos que River, que hizo la peor campaña de su historia.
Hace 24 años que los promedios del descenso rigen el fútbol de la Argentina y castigan al equipo recién ascendido. Mientras tanto este sistema anticuado e injusto continúa vivito y coleando por decisión de una sola persona, la misma de siempre.