Aunque la obsesión por el cuerpo perfecto suele ser ligada a las fantasías femeninas, recientes investigaciones en los Estados Unidos dan cuenta de un sostenido aumento de esta situación en hombres: en el año 2001, la doctora Katharine Phillips, directora del Programa de Dismorfia Corporal de la Escuela de Medicina de la Brown University (EE.UU.), señalaba en un estudio publicado en British Medical Journal que las cifras de varones insatisfechos con su cuerpo se habían triplicado en los últimos 25 años.
En tanto, la American Psychologycal Association, en Estados Unidos, dio a conocer una investigación hecha por psiquiatras y médicos de la Universidad de Harvard, quienes estudiaron el grado de satisfacción masculina con el cuerpo y su vinculación con algunos problemas psicológicos.
Los investigadores señalan que sus hallazgos sugieren que quienes están menos satisfechos con su cuerpo suelen sentirse y verse a sí mismos menos musculosos de lo que son, presentando una mayor tendencia a la depresión y trastornos alimentarios como bulimia y anorexia, así como un mayor consumo de sustancias para aumentar la masa muscular.
Además, se suma a la evidencia obtenida por otras investigaciones que señalan que este tipo de hombres pueden obsesionarse con el ejercicio físico, principalmente aquel destinado a la creación de músculos.
Es en los gimnasios asociados al acondicionamiento físico, que están llenos de gente con la obsesión por bajar de peso, donde se ve mucho este problema: hombres de baja autoestima que se sobreexigen y realizan más ejercicio del que pueden soportar.
El riesgo es que estos varones comienzan a vivir algo parecido a lo que viven las mujeres con anorexia: jamás están satisfechos con el cuerpo. "Lo preocupante es que en algunos gimnasios no hay filtros para detectarlos hasta que empiezan a mostrar problemas complejos, como disfunción en su peso o lesiones reiteradas. No se dan cuenta de que se están sobreentrenando", indica Burgos, profesor de educación física citado por un medio chileno.
Para Patricio Alfaro, esta situación se manifiesta en dos formas: "Gente que busca reforzar su autoestima con la práctica excesiva de deporte y otro grupo que nunca está conforme con su imagen".
Algunos, indica, van todos los días al gimnasio hasta dos a tres veces cada jornada. En esos casos "uno tiene que marcar una línea entre quienes hacen deporte por salud o porque tienen problemas de autoestima", señala.
Sin embargo, Alfaro reconoce que cuesta mucho establecer un límite con estas personas: "Cuesta encontrar las palabras y el momento adecuado para decirle a alguien que tu estás preocupado por su peso y su actividad física. Muchos se enojan y depende mucho de la relación entre profesor y alumno".
De hecho, la doctora Phillips advierte que "los adolescentes y hombres jóvenes son reacios a revelar sus síntomas debido a que sienten vergüenza. Por esto, no reconocen que la percepción que tienen de su apariencia es inexacta y que puede deberse a un trastorno psiquiátrico".